Posparto: salirse y volver al centro.

La llegada de un bebé puede ser, además de satisfactoria y llena de amor por la recién llegada criatura, todo un proceso de retos:

·      Aprendizajes duros: la lactancia.

·      Adaptaciones difíciles: los horarios. mi cuerpo cambiante.

·      Dudas: llantos distintos, ¿tengo suficiente leche?, Cuando es cargada por mi madre no llora, ¡El pediatra dijo que tiene abierta la fontanela posterior y que si no le cierra en unos meses es peligroso! Leí que hay que ponerle las vacunas cuanto antes. Mi bebé no deja de chupar mi seno. Llora toda la noche… ¿qué le estará pasando?

¡Me siento mal y con ganas de llorar pero mejor me lo trago para no hacerle daño a mi bebé!

En la oficina soy eficiente, enfrento los problemas y los resuelvo…. ¡todo bajo control!  Y acá, todo aquello que soñaba que sería ideal poco a poco se puede volver un mar de confusiones e inseguridades.  ¿Por qué nadie me dijo que esto me pasaría? ¿Por qué no hay clases que me prepararan? ¡Me siento fuera de mi centro!

El nido.

Si tuviste un parto natural, o cesárea y tu recuperación es rápida, y te sientes tan bien físicamente, es difícil convencerte de que guardes cama.  No como una enferma en recuperación, sino porque tu habitación y tu lecho son una especie de nido para tu bebé.  Un lugar con luz tenue, sin sonidos estridentes. Tus brazos suaves y tu pecho lo contienen y lo acompañan a despegar, a salirse del cascarón muy paulatinamente.

Tu habitación es también tu espacio en el que además puedes dormir de día para estar despejada por la noche.  Y, si quieres pararte, cargarlo con un rebozo es la continuación de ese lecho en donde va aprendiendo a sentir de otra manera: oler-TE, lamer-TE, escuchar-TE, observando-TE, acariciando-TE. Cinco o más sentidos en progreso y tú eres su referente.

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No eres la única que está fuera de su centro. Bebé vive una serie de encuentros con lo novedoso. Ahora tiene que llevar una ropa que le saca ronchas, trabajar la mandíbula mucho tiempo para sacar su alimento, enfrentar la brillantez de la luz, los sonidos de afuera, el frío o el calor  que antes no sentía.  El vacío y la gravedad.

Lo único que le da seguridad en este planeta en el que ha aterrizado, en donde todo es desconocido, eres tú, ya que  tu voz y los otros sonidos de tu cuerpo lo contenían desde su vida en el útero.

La voz y lo arrullos de su padre también la confortan y van siendo reconocidos por tu criatura pero la inmediatez viene de ti.  No corran, habrá tiempo para que todos lo carguen y disfruten del gozo de cargar a un recién nacido, pero en esas dos primeras semanas ¡lo importante es mamá-nené!

Es con esta criatura que surgió de ti, que ahora la vida se va moviendo.  Es tu única oportunidad de sentir muy cerca de ti el despertar de una nueva vida.  Sus suspiros… ¡Y también el caos!

¿Puedes iniciar con esto un nuevo sendero?  ¿Permitirte sentir como es estar afuera de ti y luego sentir como es regresar a tu centro creciente y expandido? ¿Percibir este nuevo matiz vibratorio del amor?

Escrito por Laura Cao Romero, partera.